Hace 70 años se firmaba en Viena la Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo que constituiría un hito sin parangón en la historia de la humanidad.
El momento histórico de por sí era muy significativo, luego de las matanzas que habían significado las guerras europeas del siglo veinte, conocidas como la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Si bien los orígenes de esa Declaración abrevan en la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 y de diversos autores que inspiraron su filosofía, el impacto que esos dos acontecimientos habían tenido en vidas humanas y el horror que expandieron en el mundo, fue un factor determinante para que en 1948 se firmara un documento.
Un extracto del preámbulo da cuenta de este estado de situación
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias
Desde un punto de vista evolutivo, esta Declaración en sí misma se encuadra en una evolución de Derechos inherentes a todo ser humano que fueron evolucionando institucionalmente, con diferentes recorridos y tiempos en las democracias occidentales, como son los Derechos Civiles, Políticos y Sociales, descritos por T. H. Marshall a mediados del siglo veinte.
Concretamente, la Declaración universal abarca una dimensión que podríamos definir como más amplia, englobando a los anteriores, pero enfatizando en particularmente en la condición humana y como tal, en sus derechos inalienables, como son los descritos en el artículo tres: la “vida, la libertad y la seguridad de su persona”
Setenta años cargados de acontecimientos sociales y políticos a lo largo y ancho del mundo han transcurrido desde entonces, con avances y retrocesos de las distintas realidades con relación a esta Declaración.
Nuestro país no escapa a este recorrido y nos encuentra hoy, a treinta y tres años de recuperada la democracia ante una realidad social y política determinada que es pertinente contrastarla con los contenidos de aquella Declaración firmada hace setenta años.
Desde una visión global, podemos afirmar que vivimos en una sociedad democrática, con pleno ejercicio de nuestras libertades y derechos. No obstante es nuestro deber como legisladores, que nos interpelemos sobre la efectiva materialización de esos derechos, en el entendido que el pleno goce de la democracia y de la libertad individual, son condiciones necesarias pero no suficientes en relación a los Derechos Inalienables de las personas.
Precisamente, cuando le damos vida a esas grandes categorías en formas más concretas y materiales, esos Derechos se traducen en una vivienda digna, en condiciones de seguridad individual y colectiva de subsistencia, en centros de detención que rehabiliten, en un sistema educativo que contenga y no expulse a los jóvenes, etc. etc.
Resumidamente descrito, que los grandes principios de esa Declaración puedan experimentarse en la vida diaria y en las expectativas de toda la sociedad., más allá del goce de libertades y democracia que por cierto celebramos en nuestro país.
Dentro de esa línea de pensamiento conmemoramos, el pasado lunes 10 en la sede del Partido Nacional, los setenta años de esta Declaración, acompañados por la Presidenta del Directorio Partido Nacional , Escribana Beatriz Argimón, miembros de la Comisión de DD. HH del Partido N. que tenemos el honor de presidir y de la Dra. Josefina Plá en representación del Instituto Nacional de Derechos Humanos.
Se trató de un acto sencillo pero de alto contenido político y simbólico, con el compromiso explícito de continuar en esta senda de promoción de los Derechos Humanos, en todas sus dimensiones y para la sociedad como un todo.
En esa tarea estamos y estaremos.
Gloria Rodríguez
Representante Nacional