Dolor, tristeza, preocupación, indignación, sentimientos que nos invaden ante el hecho gravísimo que se suscitara hace unos días, en el que cuatro empleados de una estación de servicio agredieron física y psicológicamente a una persona afrodescendiente con discapacidad, por su condición racial y religiosa.
Síntomas de una sociedad enferma, en la que lamentablemente se promueve la intolerancia, la segregación y la división social.
Por más respetables que sean todas las opiniones, nadie puede salir a justificar un hecho de tal magnitud, esta clara vulneración de Derechos Fundamentales, que configuran una aberrante muestra de racismo, nos evoca inequívocamente períodos tan oscuros como los acontecidos en Estados Unidos en el apogeo del Ku Klux Klan.
Nos duele profundamente que ni bien surgió la información, algunos sectores sindicales manifestaran ante lo ocurrido que se trataba de una maniobra para desestabilizar un gremio, porque uno de los agresores es un delegado sindical; pero celebramos que haya triunfado la cordura, y que aunque no haya sido con la contundencia que consideramos necesaria, igualmente se haya expresado en algunos medios de prensa el rechazo a lo ocurrido.
Más allá de este caso particular, la violencia es tan grave y condenable cuando la ejerce un empleador contra un trabajador (como sucedió con el famoso caso del peón rural) como cuando es ejercida por un delegado sindical hacia otro trabajador.
Esto nos ha llevado inmediatamente que tomamos conocimiento de la noticia, a solicitar entrevista con las autoridades del PIT – CNT, con el fin de conocer su posición respecto a lo acontecido y ponernos a disposición para trabajar juntos, proponiendo ideas concretas que construyan caminos que permitan que actos como estos no sucedan más en nuestro país.
Capítulo aparte es el tema judicial, por respeto a los valores republicanos y democráticos no consideramos oportuno cuestionar decisiones del Poder Judicial, no nos creemos en condiciones de determinar si se aplicó bien o mal la normativa, pero las resultancias de este caso nos hacen cuestionar si desde el punto de vista que nos compete, el legislativo, no es necesario realizar modificaciones en el orden jurídico vigente.
Pero todos estos cuestionamientos, todo este dolor y tristeza que sentimos nunca se convertirán en resignación, sino que muy por el contrario, nos dan mucha más fuerza para seguir trabajando como lo venimos haciendo, por un Uruguay inclusivo, tolerante, donde el respeto y la solidaridad vuelvan a ser un sello de todos los habitantes de este hermoso país al que tenemos la dicha de pertenecer.