8 marzo, 2019
La celebración de un nuevo día de la Mujer, nos conduce a reflexionar sobre su relevancia en este tiempo que nos toca vivir. Para ello nos resulta imposible desprendernos de los roles y vicisitudes que nos han traído hasta aquí, desde la militancia política y social, hasta el rol de legisladora que hoy ostentamos, lo que aumenta nuestra responsabilidad hacia la ciudadanía toda.
La más elemental ilustración de la distancia entre lo normativo y lo real con relación a la igualdad de oportunidades hacia la Mujer, la podemos ejemplificar a través del artículo ocho de nuestra constitución que expresa: “todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”.
Ciertamente declarar la igualdad es condición necesaria pero no suficiente, porque sin temor a equivocarnos, no existe un segmento de población tan significativo en número y en roles asumidos, que esté más lejos de alcanzar ese plano de igualdad.
En hechos concretos, las Mujeres ganamos menos que los hombres, tenemos más roles no remunerados asociados y particularmente somos minoritarias en lugares de decisión en todos los ámbitos; público y privado.
Si bien con el correr de los años esta realidad ha ido modificándose y las brechas existentes han disminuido, todavía las Mujeres estamos lejos de posicionarnos en un plano de igualdad total con relación a nuestros pares masculinos.
La evolución misma de la participación femenina en algunos ámbitos, ha comenzado a modificar una realidad que tuvo su origen en miles de decisiones individuales, tomadas consciente y libremente, que fueron conformando amplias mayorías en algunas profesiones universitarias, especialidades, tecnicaturas, servicios, etc. Es decir, en el mundo del trabajo en general, sin que ello significara el abandono de otros roles asociados históricamente a nuestro género.
De continuar esta tendencia, y no hay razón alguna para que se detenga, las mujeres en pocos años llegaremos, por la vía de los hechos, a los sitios de decisión y jerarquías de responsabilidad en condiciones de paridad con los hombres.
No ocurre lo mismo en el plano político donde hubo que recurrir a legislación específica para que el parlamento, una institución históricamente de amplia mayoría masculina, tuviera mayor presencia femenina.
Desde la posición que ocupábamos en ese momento acompañamos esa decisión en el entendido que una porción mayoritaria de la población, había estado ausente, salvo situaciones excepcionales, en las instancias de participación política parlamentaria.
Curioso dato el de la representación parlamentaria en perspectiva histórica, que tampoco se condice con la participación en un sentido amplio, instancia que va mucho más allá del palacio de las leyes, donde las Mujeres, desde siempre, hemos dado aportes muy significativos en lo que hace a militancia y acción político-social en todas sus expresiones,
Volviendo al ámbito estrictamente político partidario, hoy vemos con satisfacción como ese cambio está operando en la clase política. En este sentido, nuestro Partido dio un paso muy significativo al nombrar como Presidenta del Honorable Directorio, a una Mujer que ha hecho de la excelencia su vida política; la Escribana Beatriz Argimón. Este y otros ejemplos nos deben alentar para demostrar y demostrarnos, que no somos el fruto de la cuota política, sino consecuencia de nuestra acción política concreta.
Mención aparte merece el capítulo de la violencia hacia la Mujer, una verdadera patología que debemos enfrentar como sociedad. La consecución de ese objetivo no será posible solo por el accionar de la justicia o la represión, sino que deberá ser el fruto de un cambio cultural profundo, que erradique definitivamente una mentalidad retrógrada en algunos hombres, que consideran a la mujer como propiedad y llegan hasta su propia inmolación dentro de ese razonamiento.
Desde estos argumentos concebimos el feminismo. Desde la igualdad de oportunidades y condiciones, desde el reconocimiento necesario de nuestros roles asociados y desde la consideración respetuosa de nuestros pares. Pero también desde el feminismo abogamos para que nosotras mismas nos midamos con la misma vara que le exigimos a nuestros pares masculinos.
No entendemos el feminismo desde posiciones radicales que trasladan la lucha de clases o el enfrentamiento como método para acortar distancias, o para imponerse con sabor a revancha.
Ese es el camino que hemos transitado desde nuestros primeros pasos en la vida política como militantes de a pie, como activistas sociales y hoy como servidoras públicas.
En esa línea seguiremos trabajando desde el lugar que nos toque, con la convicción de que nuestro esfuerzo cotidiano, tendrá siempre como objetivo una sociedad más justa y un país mejor.
Gloria Rodríguez Santo
Representante Nacional