Es bien sabido que en los tiempos actuales no es posible alejarse de la realidad nacional e internacional, ni siquiera por unas horas, so pena de abstraerse de la realidad y sumirse en una nube de desconocimiento, que nos hace responsables por nuestras ausencias en temas de gran relevancia.
En este caso el concierto internacional latinoamericano no nos permite descanso. Hace pocos días dedicábamos un análisis a la ilegitimidad del régimen venezolano. En términos prácticos sirvió de poco, porque nuestro gobierno fue uno de los pocos que envió delegación al auto-traspaso del poder del dictador Maduro.
No obstante, fue importante para posicionarnos políticamente en algo tan delicado como la democracia en Latinoamérica, un tema que nos ha traído tantas desventuras en el pasado y que todo indica, seguirán reproduciéndose en el presente por un tiempo indefinido.
Esa realidad tan cargada de acontecimientos, nos conduce en esta oportunidad hacia otro dilema democrático que tendrá lugar en pocas semanas en la República de Cuba, cuando se celebre el referéndum para la aprobación de una nueva constitución en la isla.
Analizar la democracia en Cuba, luego de sesenta años de revolución, es prácticamente llover sobre mojado, con el riesgo de repetir los miles de argumentos que se han discutido hasta el cansancio a lo largo de todo este tiempo.
Ningún indicador democrático aplica en Cuba a la hora de calificar su régimen. Un régimen de partido único que es liderado férreamente por una élite político – militar ,que ejerce un control estricto sobre la población ahogando toda forma de protesta y disidencia, bajo la amenaza de ir a prisión o de ser acusado de traición a la patria y a la revolución.
Así lo establece este proyecto constitucional que se votará el próximo 24 de febrero, que además de ratificar el carácter socialista y de partido único del régimen, penaliza quien proponga algo que contradiga esos principios revolucionarios.
Lo más grave de esta situación es que luego de sesenta años de procesos democráticos en toda Latinoamérica, a esta altura estemos asistiendo a la supervivencia de un régimen que ha violado toda forma de los Derechos Humanos más elementales.
Y lo más grave aún es que en nuestro país, todavía desde sectores políticos e intelectuales, se siga justificando y emulando la revolución cubana como un proceso que ha construido un sociedad más justa, en base a la igualdad y equidad social.
Nada dicen que esa igualdad y equidad están basadas en condiciones básicas de vida, sin derechos políticos del pueblo cubano, obligado a aceptarlas o a emigrar en las más riesgosas condiciones para liberarse de una ‘revolución’ que los sojuzga.
Hace menos de un año tuvimos la oportunidad de conocer a María Rosa Payá, luchadora por la libertad del pueblo cubano, en ocasión que nos visitara en nuestro despacho.
Sabemos que su lucha es la misma que la de una sociedad que aspira a respirar aires de libertad, luego de tantos años de dictadura.
En este momento, el principal capítulo de su causa es impedir la aprobación de esta nueva constitución, redactada a espaldas del pueblo cubano o por lo menos, lograr que el referéndum goce de las garantías electorales propias de una sociedad democrática, algo que dista mucho de las intenciones el régimen cubano.
La presencia de observadores internacionales que tengan acceso a circuitos de votación, a entrevistas con ciudadanos, al censo de la población en condición de votar, son algunas de las mínimas condiciones que ayudarían a otorgarle legitimidad a este procedimiento electoral.
Dentro de este contexto nos solidarizamos con la causa en pos de la libertad y la democracia del pueblo cubano, para que pueda rechazar un proyecto que extiende indefinidamente los privilegios de una élite ‘revolucionaria’ en el poder y cuyo objetivo principal, es impedir toda forma de apertura política que lo aleje del mismo.

Gloria Rodríguez Santo
Representante Nacional